Paralegal de Hoy: Más que un Paso Obligado
– Por Claudé Curiel, Paralegal de AWL
Hay una narrativa silenciosa en la carrera de Derecho que pocas veces se cuestiona: para llegar a ser abogado, primero hay que pasar por ser paralegal. Es casi un ritual no dicho. Pero lo que sí se dice poco —o nada— es cómo debería vivirse esa etapa. ¿Se trata solo de ejecutar lo que se nos pide? ¿De demostrar que “aguantamos presión”? ¿O podría ser una plataforma real para crecer, explorar, aportar?
Cuando comencé, como muchos, creía que el rol del paralegal era técnico y temporal. Que no importaba tanto qué hacías, sino cuánto resistías. Pero con el tiempo y la experiencia, me di cuenta de que esa visión es limitante. No solo para nosotros como estudiantes, sino también para el ecosistema legal que se pierde de una generación con muchísimo valor por aportar.

En muchos espacios, el rol del paralegal está marcado por límites difusos. No hay una formación clara ni expectativas definidas. Nos toca aprender sobre la marcha, asumir responsabilidades sin reconocimiento, y movernos en la ambigüedad constante entre “estás aprendiendo” y “esto ya deberías saberlo”. Muchas veces lo que se valora es la capacidad de ejecutar en silencio.
Pero en AWL me encontré con algo distinto. Aquí se trabaja bajo un modelo donde el mérito, la capacidad y la curiosidad pesan más que el título o los años de experiencia. Donde el paralegal no es invisible. Donde se confía en tu criterio, se reconoce tu aporte, y se te permite tocar distintos tipos de proyectos y sectores.
Gracias a eso, he podido involucrarme en áreas que jamás imaginé. Desde transacciones comerciales hasta procesos internacionales. Desde proyectos con impacto local hasta estrategias de expansión. Esa diversidad no solo me ha formado técnicamente, sino que me ha hecho pensar de forma más amplia y crítica sobre mi propio camino profesional.

Y es que hoy, más que nunca, el Derecho no está encerrado en las firmas. Está en empresas de tecnología, en organizaciones de impacto social, en sectores como energía renovable, bolsa de valores, comercio internacional… Hay muchísimos espacios donde la figura del paralegal puede ser clave. Y sin embargo, seguimos limitándonos a pensar que “lo que corresponde” es seguir una ruta fija.
Yo creo que es momento de romper con esa idea.
Ser paralegal no debería ser sinónimo de subordinación ni de espera. Es una etapa donde podemos observar, aportar y construir con una mirada fresca, estratégica, interdisciplinaria. Es una oportunidad para ver el Derecho en acción, no solo como teoría ni como jerarquía.
También es el espacio donde desarrollamos habilidades que no están en los libros: saber comunicar, transmitir confianza, leer contextos, sostener conversaciones difíciles. Habilidades que —desde ya— nos posicionan como profesionales capaces, incluso si todavía no tenemos el título.

En lo personal, estar en AWL me ha permitido sentirme cómoda hablando en reuniones, dando mi opinión, y formando parte del diseño de soluciones legales, no solo de su ejecución. Y eso es un privilegio que no debería ser la excepción.
Por eso, a quien esté empezando como paralegal, le diría que no se limite. Que observe, que se involucre, que pregunte. Y sobre todo, que entienda que este rol no es un peldaño para escalar a otro sitio: es una plataforma que, bien vivida, te construye como abogada, como profesional y como persona.
El paralegal tiene un rol versátil. No se trata solo de ‘lo que corresponde’, sino de abrir nuevos caminos. Yo no solo estoy aprendiendo a hablar. Estoy construyendo un nuevo lenguaje profesional. Y eso, también, es Derecho.


